Grandes llamaradas lo cubrían todo, fuego con hambre, ansioso, en un espacio delimitado. Adolfo Giner y su horno de trincheras, esfuerzo al alimentar su enorme boca que con violencia devora la madera, velar hasta que el amanecer convierta las llamas en rescoldos que dejen ver las grandes piezas de arcilla, la mano del hombre entre las brasas. Recuerdos del fuego de Pompeya asoma entre las cenizas.
4 comentarios:
Adolfo estas en esta foto que te sales, guapo...
Y yo que me veo como una pasa, con mis arrugas por sitios que no suelo mirarme, jaja
aunque gracias anonimo, los piropos sientan bien despues de esos dias de calor y fuego rodeando el parque de Muel
La arruga es bella,muy cierto,es experiencia,saber leer en ella es inteligente.Ya no nos atraen las novedades,es cansino, lo tenemos más que superado.Las pasas estan en boga,abajo las cirugias!!!
Pero el tipo de cocción y el horno le gusto a alguien?
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